
Gran Torino sería una película completamente diferente sin Eastwood. Su argumento, que no podemos negarlo, es tópico y más o menos predecible, cobra grandeza gracias a su trabajo. Con sencillez y un desarrollo pausado del personaje consigue meternos en la trama y emocionarnos con lo que este personaje cansado vive en la película. Es el soldado que sabe lo que es matar y que se atormenta por ello, el hombre que sabe que el auténtico loco es aquel que hace lo que hace no porque se lo ordenan.
Su personaje ha visto lo más oscuro del ser humano y ve ahora con inquietud y mala leche la creciente violencia que se muestra en cada esquina de nuestras ciudades. Él que sabe bien lo que es la guerra se encuentra desubicado en esta sociedad donde es tan fácil matar y vivir sin remordimientos. Por eso, a pesar de sus prejuicios, de su pose malcarada, no duda en acercarse a esa familia extraña que le acoge casi con más cariño que la suya propia.
Eastwood ofrece un trabajo impecable como actor y su sutileza habitual en la dirección. La película se convierte en un relato a ratos emocionante, a ratos divertido, otras dramáticos pero siempre con ese nivel e calidad que solo los buenos saben darnos.
2 comentarios:
Otro ejemplo de que sin grandes cantidades de dinero se pueden hacer obras maestras (o casi obras maestras).
Que ganitas, creo que será lo mejor de Marzo... .
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