Las reuniones familiares dan para mucho, todos lo sabemos.
¿Cuántas veces no hemos estado en una y pensado que lo que allí estaba pasando
daría para una película? El cine por descontado que no ha dejado pasar la ocasión
de retratar ese microcosmos que componen los miembros de una familiar, para
reflexionar sobre el pasado y el presente, con humor, con drama, en suma, con
los elementos de la vida misma.
Julie Delpy no es Lars Von Trier y, aunque ambiente la reunión
familiar de El Skylab en el día que un satélite de comunicaciones descontrolado
amenaza con caer en la Bretaña, su mirada es mucho más agridulce que la del danés.
Delpy, seguramente rescatando sus propios recuerdos, que por extensión son un
poco los de todos los espectadores, se sirve de un viaje a la campiña para
celebrar el cumpleaños de la abuela para contarnos, con gran sencillez, las
historias de esa familia.
No hay un gran argumento en la película, si no consideramos
la vida como el más grande argumento. La reunión familiar se va desarrollando a
partir de esas interminables comidas, del reencuentro de primos, tíos,
hermanos, del partidito de fútbol o el viaje a la playa, de las fiestas y el
descubrimiento del primer amor... Todo son hechos triviales si queremos,
cotidianos, pero que Delpy presenta con mucha gracia y como decía con una
sencillez admirable. Fluye con suavidad todo lo que pasa, nos emociona porque
esos recuerdos también son los nuestros, nos golpea el drama que nos es
cercano.
Es una de esas películas, como apuntábamos con Intocable o
La delicadeza, que gustará a todo el mundo, que les hará viajar a sus propios
recuerdos y les recordará, nos recordará, que el pasado siempre nos parece
mejor tal vez porque éramos jóvenes y la vida nos parecía más sencilla o
porque, en aquellas reuniones, no había más obligación que disfrutar del tiempo
que se nos ha dado.
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