Aplaudido por la crítica internacional Paul Thomas Anderson
se ha convertido en uno de esos directores llamados a convertirse en uno de los
nuevos clásicos. Con solo 6 películas ha obtenido una dimensión que muchos
directores de holgadas carreras desearían, unos dirán que por su talento y
otros que por una extraña coyuntura. ¿Es tan bueno Anderson como le dicen y
como sospecho que él se cree? En mi opinión no, su cine está lastrado por una necesidad de
trascendencia, por unas ansias de grandeza que a mi se me atragantan.
The Master reincide en los caminos de Pozos de Ambición pero
de manera más insufrible. La historia de un hombre consumido por sus pasiones
sin motivo aparente, que vuelve de la guerra sin saber qué hacer en el mundo,
guiado únicamente por un deseo animal, resulta difícilmente digerible. Anderson
le enfrenta a una suerte de gurú de secta, se dice que inspirado en el creador
de la Cienciología pero nada diferente de cualquier líder religioso habitual.
Un tipo consumido por otras pasiones y que cuando ve sus risibles argumentos
superados solo recurre al insulto, la ira, sucumbe también al impulso animal.
Estos dos personajes acaban conviviendo y durante dos horas
y cuarto el director nos martiriza con sus disparates, riza el rizo del
conflicto extremando las secuencias que comparten y a mi juicio agotando al
espectador. Me aburre soberanamente los dislates de esto personaje y no veo ni
crítica a los grupos alienantes ni reflexión sobre el mal y el hombre. Veo unos
hechos, unos personajes antipáticos y perdidos pero el director no logra
transmitirme más que exceso.
En cuanto a los actores, muy alabados también, veo a un
Joaquin Phoenix obsesionado por ser el personaje, no por interpretarlo, no
puedo evitar ver a Phoenix toda la película haciendo del personaje. Mejor esta
Seymour Hoffman pero acaba un poco contaminado del tour de forcé del exceso en
el que le sume el otro protagonista.
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