Tres horas y cuarto de gala se hacen difícilmente soportables,
sea una entrega de premios americana o los premios Goya. Desde hace tiempo que
algunos venimos cuestionando si este tipo de eventos deben ser un espectáculo
televisivo, o al menos intentarlo, o ser simplemente una sucesión de premios
sin tiempo para parlamentos de los premiados. La elección de uno u otro presentador solo
cambia un poco el marco general, aunque en el caso de Eva Hache uno dude a cada
minuto de su supuesta comicidad.
El caso es que en una gala de este tipo, a esas horas dela
madrugada, tanto da que premien a uno u otro, que se equivoquen al leer a uno
de los ganadores, que Televisión Española pase de enfocar al ministro Wert cada
vez que alguien lanza sus puyas contra el gobierno, lo que uno quiere es que
pase rápido. Afortunadamente de tanto en tanto algún fogonazo de genio nos
despierta del sopor: una sentida alusión los recortes sanitarios en boca de
Candela Peña, el recuerdo de Maribel Verdú a las víctimas de un sistema canalla,
la alusión a la tragedia del Sahara por parte de Javier Bardem, los chicos de
Muchachada Nui y su humor absurdo, la presencia imponente de actores como la
copa de un pino como Pepe Sacristán o Concha Velasco…
Detalles que destacan en una gala en la que la Academia del
Cine se muestra renovadora, abierta a otro tipo de cine curiosamente mientras
mantiene momentos caducos como el discurso del presidente o los chistes de parvulario
de la presentadora por no hablar de los momentos musicales o los montajes con
poca gracia, ¿dónde estás Billy Crystal?
Renovación porque los académicos premian el arrojo y la
valentía de Blancanieves de Pablo Berger, una locura magnífica, que se lleva
diez premios, solo superada en la Historia de los Goya por Mar adentro (14) y ¡Ay,
Carmela! (13) Blancanieves se lleva el premio a la mejor película, guión
original, música, mejor canción original, mejor actriz (Maribel Verdú), mejor actriz
revelación (Macarena García), fotografía, dirección artística, vestuario, y maquillaje
y peluquería. La alegría de su director era total por lo que supone de fin de
viaje pero también porque se premiaba a mucha de la buena gente que ha
trabajado en la película.
La Academia también ha premiado el arrollador tsunami de Lo
Imposible con premios técnicos (dirección de producción, montaje, sonido,
efectos especiales) y también ha galardonado a su director, un emocionado Juan
Antonio Bayona tan grande que fue capaz de entregar el premio a la auténtica
inspiradora de la historia, María Belón. Resulta complicado que muchos aún sostengan
que el triunfo de esta película es solo marketing y no el sentimiento que todos
sus creadores han puesto en ella. Lástima que el trabajo de su reparto no haya
sido reconocido.
Las aventuras de Tadeo Jones es otro de esos ejemplos de
renovación. El éxito económico de la película se une al triunfo en los premios:
mejor director novel, guión adaptado y mejor película de animación.
Grupo 7 se ha quedado con dos premios importantes, para el
actor revelación Joaquín Núñez, y mejor actor de reparto para Julián Villagrán,
papeles ideales para los premios, gustan a los académicos siempre. Como la gran
Candela Peña, que siempre está bien, y en Una pistola en cada mano lo demuestra
con creces. Suyo es el Goya a la mejor actriz de reparto y el mejor discurso de
la noche.
Queda por destacar que por fin José Sacristán se llevó un
Goya por El muerto y ser feliz, cine arriesgado para brindar al actor otro de
sus papeles de altura. Un lujo verle sobre el escenario o en la pantalla, como
a Concha Velasco, artistas que hacen bueno aquello de la grandeza de los cómicos
de toda la vida.