El instituto y sus protagonistas son protagonistas de un
buen puñado de películas, algunas interesantes, la mayoría idiotas. Por eso tan
vez sorprende cuando de tanto en tanto uno se encuentra con un relato bien
contado y que muestra una rara sensibilidad.
Las ventajas de ser un marginado
tiene la ventaja, valga la redundancia, que el propio autor de la novela es
también el director. Eso le lleva a conocer muy bien de qué habla y tener ese
cariño especial hacia sus personajes. También le permite tratar con el tiempo
que requieren las relaciones entre los protagonistas y, aunque el desarrollo es
más o menos predecible, el resultado acaba siendo excelente. En parte por un
guión bien montado, por una realización efectiva y una acertada selección
musical pero especialmente por un reparto en el que sobresale Emma Watson, un
ejemplo de que hay vida más allá de Harry Potter.
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