No sé por qué buena parte de la Crítica se ha dedicado a
comparar esta película con El secreto de sus ojos. Más allá del protagonista y
la nacionalidad poco tienen en común. Lo que ocurre es que la película suena
demasiado a muchas otras historias de cine negro, a thrillers recientes, pero
no seamos injustos: como otro buen montón de películas que nos llegan.
Ricardo Darín es uno de esos actores que, sentado en una
silla leyendo la guía de teléfonos, resultaría interesante de ver. Maneja los
silencios y las miradas de manera experta y gracias a él la típica y previsible
trama se sostiene. Por el contrario, cuesta ver en Alberto Ammann a aquel actor
que nos sedujo en Celda 211. Aunque es argentino su acento suena muy forzado y
su actuación no convence.
A pesar de los tópicos y de ese enfrentamiento poco
sorprendente entre investigador obsesionado y criminal demasiado listo, la
película no está mal rodada y puede verse como un entretenimiento correcto. A Darín
gracias.
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