El cine de ciencia-ficción más escapista siempre ha
coexistido con otras muestras del género que buscaban, a través de lo
fantástico, la reflexión o la crítica sobre algunos aspectos de la sociedad.
Hay muchas muestras de ello, unas con más fortuna que otras. El caso de Un amor
entre dos mundos sería un poco de todo, busca el entretenimiento y tiene una
ligera crítica a la separación por clase social.
En la historia que cuenta la separación no puede ser más
extrema: dos mundos, dos planetas que se enfrentan, cada uno con su gravedad,
de manera que los que viven en el planeta de abajo se ven confinados en los
peores trabajos. Por el contrario los de arriba disfrutan de muchas más
comodidades e incluso se permiten medidas de gracia como hacer que alguno de los
pardillos de abajo trabaje para sus empresas y entre en contacto con ellos. El
protagonista logrará este trabajo pero su verdadera intención será
reencontrarse con una chica que fue su amor de juventud.
Como veis tenemos por un lado esa lucha de clases y por otro
la historia de un amor dificultado por esa diferencia y por la amnesia que
sufre la protagonista. Lo que ocurre es que la historia de amor es muy sosita y
la parte social también resulta insuficiente. La plasmación en imágenes de esos
planetas enfrentados resulta también un poco confusa cuando quiere ser
espectacular y se acaba convirtiendo en postales digitales sin alma. Es un poco
lo que es la película, una historia sin alma en la que ni los protagonistas,
Jim Sturgess y Kirsten Dunst, tienen buena química.
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