El actor Alfredo Landa ha fallecido este
jueves en Madrid a la edad de 80
años, según informa la Academia de Cine. El intérprete navarro, que
llevaba varios años retirado del cine y de la vida pública, fue premiado en
2007 con el Goya de Honor por una
larga trayectoria profesional compuesta por más de 120 películas. Su cuerpo será incinerado
este viernes en el Cementerio del Tanatorio de Colmenar Viejo a las 11.30
horas.
Nacido un 3 del 3 de 1933 a las 3 de la tarde en Pamplona, Navarra, Landa
abandonó sus estudios de Derecho a los 25 años para trasladarse a Madrid a
pesar de la oposición de sus padres. Con "sólo 7.000 pesetas y una carta
de recomendación en el bolsillo" consiguió convertirse en actor.
"Yo avisé a mi madre: 'Mamá, si no me dejas irme, me quedo y acabo la
carrera; pero si a los 40 años soy un infeliz, te echaré la culpa a ti'. Y ahí
se acabó la discusión. Me dijo: 'Vete'. Tardé una semana en meterme en un
Expreso a Madrid", aseguró el actor en una entrevista.
Ya en Madrid, y gracias a su experiencia como intérprete en el teatro
universitario, consiguió sobrevivir a base de pequeños papeles en las salas de
la capital. Fue en una de esas salas, el Teatro María Guerrero, donde captó la
atención del director José María Forqué.
"Forqué y -el también cineasta- Pedro Masó se fijaron en mí en el María
Guerrero. Masó le preguntó a Forqué: 'Oye, ¿quién coño es el bajito ese?' [...]
Y tres días después me soltó Pedro Masó: 'Bueno, usted va a empezar en el cine
por la puerta grande", afirmó.
De esta forma, debutó en la cinta Atraco a las tres (el
número continuaba persiguiéndole) junto a intérpretes ya consagrados como José
Luis López Vázquez y Gracita Morales. Este papel, que le abrió las puertas del
cine, fue el preludio de una carrera marcada por el 'landismo'.
Pocos actores en la historia del cine pueden presumir de tener un género
propio. Alfredo Landa consiguió él solo, con su 'landismo', hacer reír a un
país que no estaba para muchas bromas, además de demostrar un gran poderío
dramático en películas como Los santos inocentes o El bosque animado.
"En San Sebastián hice una función en el teatro, y cuando salí en el
primer mutis y me aplaudieron, vi un destello, un relámpago que me inundó, y
una voz que me dijo: 'Tú tienes que ser cómico'. Se me quedó tan grabado que he
sido cómico porque no habría sabido ser otra cosa", explicaba Alfredo
Landa.
Este subgénero de la comedia, que fue muy mal recibido por la crítica, se
prolongó a lo largo de los años setenta coincidiendo con los últimos coletazos
del Franquismo y la explosión del turismo internacional en España.
Con el paso del tiempo, y bajo la dirección de cineastas como Pedro Lazaga
y Fernando Merino, el 'landismo' se convirtió en fiel reflejo de su época a
través de personajes reprimidos que encarnaban las frustraciones nacionales y
generacionales de los españoles.
A pesar de su mala prensa, el actor nunca renegó del 'landismo' y siempre se
sintió orgulloso de prestar su apellido al subgénero. "Yo no creé esa
palabra, pero estoy agradecidísimo al tío que la creó. El 'landismo' ha marcado
y, aunque muchos se han referido a él peyorativamente, hoy se habla de él como
un fenómeno de la sociedad", afirmó.
De esta etapa destacan cintas como Cateto a babor, No desearás al vecino del quinto (Ramón Fernández,
1970) o Vente a Alemania, Pepe (Pedro Lazaga, 1971), donde
compartió protagonismo con otros referentes del 'landismo' como Florinda Chico
o José Sacristán.
Tras casi 15 años dedicado a la comedia, un género que nunca abandonaría totalmente, Alfredo Landa demostró su
capacidad para interpretar papeles dramáticos en la cinta El Puente (Juan Antonio Bardem, 1976), que supuso
un punto de inflexión en su trayectoria.
A partir de entonces, gozó del apoyo de la crítica y comenzó a recibir ofertas
para cintas dramáticas, entre las que destaca Los santos inocentes. La
adaptación del texto de Miguel Delibes que realizó Mario Camus le valió el
premio al mejor actor en el Festival de Cannes junto a su colega Paco Rabal.
En esta etapa, la última de su carrera, figuran títulos como El crack (José Luis Garci, 1981), La vaquilla (Luis G. Berlanga, 1985), Tata mía (José Luis Borau, 1986), El bosque animado (José Luis Cuerda, 1987) o Canción de cuna (José Luis Garci, 1994).
A principios de 2004, le diagnosticaron un cáncer de colon y fue
intervenido una semana después de recibir la noticia en el Hospital Ramón y
Cajal de Madrid. "Si hay que morirse -me decía- pues se muere uno, que ya
he vivido lo mío. Mi vida ha sido cojonuda. En algún momento tiene que acabar",
dijo en su biografía Alfredo el Grande (Marcos
Ordóñez, 2008).
El actor, que recibió el Goya de Honor 2007 en reconocimiento a toda su
carrera, se retiró ese mismo año después de rodar la película Luz de domingo con el director José Luis Garci,
con quien trabajó en siete largometrajes a lo largo de casi dos décadas.
"Un día vi en un programa de televisión a alguien a quien yo admiraba
mucho, y le vi mal. Y me cacé diciéndole a la televisión: 'Retírate, hombre'. Y
me volví y me dije: 'Bueno, ¿y tú qué?'. Y me miré al espejo y me dije: 'Pues
tengo que pensarlo", admitió.
Landa, que vivió un rodaje turbulento a las órdenes de Garci, se enemistó
con el director poco antes de recibir el Goya
de Honor. Garci se negó a entregarle el galardón debido a sus mala
relación con la Academia de Cine y el actor se lo reprochó durante meses. Fue
entonces, durante la ceremonia de entrega de los Goya 2007, cuando Alfredo Landa sufrió
"uno de los peores momentos" de su vida.
El actor, emocionado ante el cariño de sus compañeros de profesión, olvidó
su discurso y estuvo balbuciendo durante varios minutos. "Me levanté. En
la pantalla empezó a desfilar toda mi vida, todas mis películas. Salieron a
recibirme Pepe Sacristán y Miguel Ángel Rellán, aplaudiendo. Al darme la vuelta
vi a 3.000 personas puestas en pie, aplaudiendo también. Y perdí el control de
mis nervios. Lo que me pasó allí arriba no me había pasado jamás, no me venían
las palabras", afirmó.
Después de su retirada, Landa se dedicó a "vivir la vida" y a
disfrutar de la compañía de su familia, aunque la salud dejó de acompañarle en
sus últimos años. En enero de 2009, ingresó en la UCI del Hospital Nuestra
Señora del Rosario de Madrid después de sufrir un ictus cerebral que le obligó
a desplazarse en una silla de ruedas durante varios meses.
A lo largo de su carrera, recibió varios galardones nacionales, entre los
que se encuentran dos premios Goya al Mejor Actor por El bosque animado y La marrana (1992), ambas de José Luis Cuerda; el Príncipe de Viana de la Cultura 2008 y cuatro
menciones al Mejor Actor (1980, 1982, 1995
y 2008) del Círculo de Escritores Cinematográficos.
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