Por unas razones u otras hace muchos
días que este blog solo se actualiza para incluir el enlace al último programa.
Por eso, entre comida navideña y cena festiva, aprovecho hoy para recuperar el
comentario de algunas peliculillas que un servidor ha visto estos meses. Alguna
de ellas incluso sigue en cartelera.
David Trueba nos ofrecía en Vivir
es fácil con los ojos cerrados una propuesta cinematográfica mucho más
convencional que su anterior filme, Madrid 1987. La historia real de un
profesor de inglés que en la España de 1966 se marcha a Almería a encontrarse
con su ídolo, John Lennon, que se encuentra allí rodando una película, le sirve
al director y guionista para crear una película amable llena de personajes
entrañables y en la que destaca especialmente el trabajo de Javier Cámara.
De Solo Dios perdona ya hablamos
cuando nos ocupamos del Festival de Sitges. Su paso por la cartelera ha sido
muy discreto, una lástima. A mí me parece una de las propuestas más
interesantes del año, una obra que recuerda a David Lynch y que mantiene muchas
de las señas de identidad de Nicolas Winding Refn que ya vimos en Drive. Para
el recuerdo queda el trabajo de Kristin Scott- Thomas y el quietismo pertinaz
de Ryan Gosling.
The Cabin in the Woods llegó a
los cines cuando todos ya la habían visto por internet. Un desatino en la
distribución para una película que no merecía esa suerte pero que tampoco es la
obra magna que se nos decía. Es una historia afortunada que juega con las
convenciones del cine de terror, como tantas otras pelis, y que resulta
entretenida aunque su parte final sea bastante regulera.
Las adaptaciones literarias
tienen el peligro de no contentar al fan más acérrimo o de dejar fuera al que
no conoce la obra en la que se basan. El juego de Ender me sorprendió por su
sobriedad, por el desarrollo de la historia bastante fiel al libro, por las
preguntas que plantea y el buen trabajo de su protagonista, Asa Butterfield.
Retornados también la comentamos
al hablar de Sitges, una historia que parece un capítulo menor de The Walking
Dead a la que le fallan los actores y el desarrollo de la historia.
Y el mejor Woody Allen, para
algunos, de los últimos años, Blue Jasmine, a mí me pareció un aburrimiento
total. La historia de esta mujer con problemas mentales, algo que todo el mundo
obvia, da para una película que no avanza y se retuerce sobre sí misma, con una
Cate Blanchett no siempre acertada y unos secundarios de desigual resultado.
La huida no tiene nada que ver
con la peli de Steve McQuenn. Se trata de la historia ce dos hermanos que roban
un dinerillo y se refugian en un pueblo de montaña. Funciona como
entretenimiento y poco más.
Una familia de Tokio es una
maravilla agridulce con dos protagonistas a los que coges cariño enseguida y que tiene
la virtud de contar una historia familiar que podría pasar en cualquier parte
del mundo y emocionar de la misma forma. Sin duda una de las películas del año.
Los juegos del hambre, la
primera, me gustó, aunque flaqueaba en su parte central. En llamas me convence
bastante menos, me aburre, y ofrece más o menos más de lo mismo sin demasiada
novedad y una duración exagerada.
Bienvenidos al fin del mundo, fin
del trilogía del cornetto, también tardó mucho en estrenarse y es una lástima.
Es una peli que puede gustar a todo el mundo, que habla de la crisis de la
mediana edad con un poquito de amargura y un mucho de humor. Como suele pasar
en las pelis de Nick Frost y Simon Pegg, la brillantez no se mantiene hasta el
final pero es una peli más que recomendable.
El Consejero no parece de Ridley
Scott. Una de las decepciones más grandes de las temporadas que quedará para el
recuerdo solo por el peinado de Bardem o el numerito en el coche de Cameron
Diaz. Un desastre.
El matrimonio y sus problemas
amenazan el fin de semana que se regalan los protagonistas de Le Week-end en
París. Una película agridulce que sostiene su gran pareja protagonista, Jim
Broadbent y Lindsay Duncan, y poco más.
El Hobbit. La desolación de Smaug
tiene de bueno que entra directamente en la acción, sin la presentación de
enanos y demás de la primera parte pero adolece como aquella de cierta
sensación de relleno que hace la película irregular. Tiene cosas muy buenas,
como el ataque de las arañas, Smaug, o parte de la persecución por el río pero
se pierde en el afán de Peter Jackson de sacar petróleo de una novela de
aventurillas infantiles que no tiene nada que ver con el tono más sombrío de El
Señor de los Anillos.
La película del año para muchos
es para mí una peli más. El abuso de los tópicos lastra la narración fría de 12
años de esclavitud. Como en Shame, el director hace un acercamiento casi de
cirujano a una historia real que creo necesitaba más emoción y que solo me
conmueve ocasionalmente. Chiwetel Ejiofor hace un gran trabajo en un papel construido
a su medida.
Si queréis ver una peli poco
convencional ya tardáis en ir corriendo a las salas que pasan Gente en sitios.
No se puede explicar de qué va porque es imposible. Es una película irregular,
sus historias me funcionan a veces y no se bien a dónde quiere ir pero como
apuesta diferente vale la pena.
Y acabo con el viaje de Ben
Stiller en La vida secreta de Walter Mitty, ejemplo de cine para toda la familia
bien hecho pero al que perjudica ciertos errores de guión y el afán de Stiller
por ser gracioso cuando no hace falta. Si no tenéis pasta para iros de
vacaciones la película nos ofrece un bonito recorrido por distintos lugares del
mundo lo cual tampoco está mal.
La traca final es para Lars Von
Trier, genio y figura, más cerca de la nefasta Anticristo que de la maravillosa
Melancolía en Nymphomaiac volumen 1. La historia de esta mujer de deseo sexual
acusadísimo le sirve al director para meter un montón de reflexiones cogidas
por los pelos, filmar con su habitual deleite todo tipo de detalles escabrosos
y dejarnos, al menos a mí, más frio y aburrido que viendo un especial de Raphael.
Pocas ganas de ver la continuación.