Es difícil superarse para peor pero ceremonia tras
ceremonia, con honrosas excepciones, la gala de los premios Goya consigue que
el espectador más entusiasta acabe tan aburrido y avergonzado como para no
volver nunca más. La elección del presentador, Manel Fuentes, la realización y
puesta en escena, hundieron ayer un espectáculo ya de por sí farragoso (muchos
premios a entregar, poco tiempo, muchas ganas de agradecer).
Si bien Las brujas de Zugarramurdi de Álex de la Iglesia se
puede considerar la ganadora de la noche con 8 premios de 10 nominaciones es
verdad que, salvo el de Terele Pávez como mejor actriz secundaria, los premios
técnicos conseguidos pueden considerarse menores. No porque no merezcan
reconocimiento, que sí lo deben tener, pero que duda cabe que no son categorías
principales.
Pensar en La gran familia española de Daniel Sánchez Arévalo
como en la gran derrotada es acertado ya que de todas sus candidaturas solo se
hizo con el Goya a la mejor canción y el de actor secundario para Roberto Álamo.
Por el contrario, una película casi ninguneada por el
público y la exhibición, Vivir es fácil con los ojos cerrados, se convierte en
la triunfadora con 6 premios, en este caso sí en categorías importantes:
película, director, guión original, actor, actriz revelación y banda sonora.
Javier Cámara se lo merecía desde hace tiempo y con este papel tan agradecido
aún más. Un tipo que habla tan bien y filma lo que realmente le gusta, y piensa
que también puede gustar al público como David Trueba, también. Natalia de
Molina es un descubrimiento total en la peli. Merecido Goya para ella como
mejor actriz revelación.
La herida se lleva a casa dos premios también importantes.
El de mejor actriz para Marian Álvarez estaba cantado. Más inesperado fue el de
director novel para Fernando Franco.
Caníbal se lleva un Goya a la mejor fotografía, como
Stockholm, el de mejor actor revelación para un actor como Javier Pereira que
ya ha participado en un buen número de títulos. Todas las mujeres se lleva el
premio al mejor guión adaptado. Y Amor de Haneke consigue el Goya a la mejor
película europea.
¿Y los discursos? Según lo establecido. Mucha alusión a
Wert. Es verdad que no puede ser que el Ministro de Cultura no esté en este
tipo de actos pero la verdad es que se abusó demasiado de su ausencia para
hilar comentarios más o menos ingeniosos. Tampoco el presidente de la Academia
estuvo brillante. Más de lo mismo. Muy cansino.
Lo mejor acabaron siendo otra vez los chanantes, los únicos
que de verdad hicieron reír algo al público. Mejor olvidarse de las bromas de
Fuentes o de un nº musical que pasará a la historia por desastroso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario